lunes, 15 de junio de 2015

Corn Island

Por fin estamos en casa después de nuestro rejalante fin de semana en Corn Island. Salimos el viernes a las 7.25h hacia allí con La Costeña y con retrasos, claro.




Al llegar, nos esperaba el taxista que nos llevaría hasta el "Paradise Beach Hotel", más paraíso imposible. Nuestra habitación tenía forma de cabaña y estaba perfectamente pensada para una luna de miel.




Nos fuimos a pasear por la isla, porque no hacía día de estrenar bikini. Se puso a llover a los 5 minutos de estar caminando y vimos lo bien preparados que iban algunos taxistas de la zona para tapar sus coches descapotables.




"La auténtica belleza siempre encuentra un lugar en el que florecer"


Después de recorrer la isla casi entera (tardamos unas 5h en hacerlo), paramos a comer en un restaurante que Salvador ya conocía desde hace años, con vistas al puerto.




Fuimos al hotel a descansar y planear qué hacer por la tarde. Salvador se acostó mientras yo terminaba un libro. Y lo terminé. Y con el día nublado no había mucho que hacer, así que me puse las zapatillas y salí a correr para seguir explorando. A los 35 minutos de hacer ejercicio bordeando la costa caribeña y con un sol que ahora sí quería salir, me colé en uno de sus huecos para refrescarme. Qué gusto... al salir, me di cuenta de que tenía un numeroso grupo de albañiles mirando con atención el espectáculo. Estupendo, a correr con 3 litros de agua más de ropa.


Casi llegando al hotel teníamos la pista de aterrizaje, que utilizan los niños como campo de fútbol, entre otras cosas, mientras no llega ninguno de los dos vuelos regulares diarios a la isla. Minutos antes de aterrizar suena una sirena que se escucha en todo Corn Island para que esta quede despejada.


Esa noche cené en el hotel, estaba cansada. Salvador no quiso nada, pero ya comí yo por los dos. Antes de cenar, tuvimos la visita de un pequeño cangrejo, qué graciosos son y cómo corren.




Al día siguiente despertamos con un sol impresionante, así que como habíamos planeado fuimos a Little Corn Island, a unos 30 minutos en panga. Con lo que me gustan las pangas...


Yo me plantearía muy mucho ir a clase con esta estampa.



Allí tuve la oportunidad de hacer snorkel durante 2 horas y me sentí como si estuviera mirando un documental de La 2, con la particularidad de que por mi lado pasaron de verdad dos tiburones y todos los amigos de Nemo que pudiera recordar. Cuánta belleza, color y tranquilidad bajo el agua. Y todo esto cogida de la mano del monitor, que debió verme cara de torpe y decidió por los dos que iba a guiarme él todo el rato.
Al volver, algo mareada por la panga de nuevo, me estaba esperando en tierra Salvador y fuimos a dar un paseo y a que comiera algo. Mi premio por no echar el desayuno con tanto vaivén... Por cierto, ¿os habéis preguntado de dónde salen las piñas?



El barco turístico se había marchado hacía rato, y para volver sólo teníamos la opción de coger el último barco que volvía a Big Corn Island: el de carga. Nos cobraban 50 córdobas (1.5€) a cada uno por compartir viaje con material de pesca y containers, entre otros. Nos avisaron que solían salir tarde, y nosotros esperamos las dos horas de rigor con relativo sosiego (sobre todo en mi caso) para llegar a nuestro hotel paradisíaco.






Salimos, por fin, a las 19h. Todos plácidamente acomodados, arrancamos y de repente a los 10 minutos de naufragio se para el motor. No... todo el mareo de la panga volvió a resurgir y con mucha más intensidad, y el vaivén del barco no ayudaba en absoluto. Cerrando los ojos, como Salvador me dijo, se me pasaría. A la media hora consiguieron arrancar el motor de nuevo, y estuvimos como una hora más hasta llegar a nuestro destino. Toda una aventura... pero ahí no acaba todo.
La última mañana que podíamos disfrutar en la isla decidí hacer paddle surf, a pesar de que el mar no estaba en las mejores condiciones por el viento.


Danzando con las olas, me caí y me doblé la mano. Supe al instante que me había hecho un esguince en el dedo pequeño, pero no iba a dejar de disfrutar las pocas horas que nos quedaban allí por eso. Después de mis 8 esguinces en el pie izquierdo, lo llevo bien. Así cuando terminé nos fuimos a comer a Seva's, un restaurante que nos había recomendado Kathy y en el que disfrutamos con la variedad de la carta y lo bien presentados que estaban los platos. Y las vistas... pues estamos en el Caribe y sobran las palabras.



Cogimos el avión casi 45 minutos antes de la hora; mejor, así estaría antes vendada. Al llegar a BFS llamamos a Kathy para ver a quién podíamos acudir, porque allí el servicio médico es de pago. Me acuerdo ahora de mi padre y su insistente "tienes que coger un seguro médico por si te pasa algo durante el viaje -¿pero qué me va a pasar?". Eso es conocer a una hija, y lo demás son tonterías.
Kathy estaba en el hospital y nos dijo que fuéramos para allí, porque el director del CAPS también había sufrido un ataque de Dengue y estaba ingresado. Nos avisó de que fuéramos a la esquina de casa, que nos iba a recoger la ambulancia. ¿La ambulancia? ¿qué me pasa?, por un momento pensé que el tema era serio.



Cuando Salvador y yo nos subimos en ese coche ranchera y el conductor iba pitando a los coches por mi dedo pequeño, pasé de un documental de La 2 a una comedia norteamericana. Vaya panorama... no podía parar de reír. Lo que no pase en BFS no pasa en ninguna otra parte.
Por fin llegamos al hospital y salimos del maletero ante la curiosa mirada de la gente, que no encontraba más que dos blanquitos caminando aparentemente sanísimos de arriba a abajo. Fuimos a ver al director, envuelto en una mosquitera en la cama, yo mandada al instante a hacerme radiografías. Un trato excelente, hoy he visto cómo nuestro entorno blufileño nos cuida y nos protege. Eternamente agradecida. Tengo una pequeña fisura que me han asegurado que en unos días estará soldada, y tengo que volver al ortopedista en cuanto volvamos de las comunidades. Pero por suerte todo ha quedado, como desde el primer momento, en un esguince del dedo pequeño de mi mano izquierda.


Hoy me despido felicitando a mi sobrino Víctor, uno de los dos mejores regalos de mi vida. Aunque hoy he estado más allí que aquí, espero que este sea el último cumpleaños que tenga que perderme.


Mañana ponemos rumbo a la siguiente andanza, volveremos el sábado.
Que tengáis una feliz semana, muchos besitos.

PD: Si queréis relax, buscad una isla caribeña, pero nunca, nunca, Corn Island.

3 comentarios:

  1. Hola,
    Que playas tan bonitas y que platos más suculentos. Me alegro que todo haya ido bien.
    Ah, que te mejores de tu pequeño accidente
    Un abrazo,
    M. Antònia

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  2. Qué lugares, son muy bonitos me alegra que por fin hayas estado en esa isla tan bonita mejórate vale!. Un beso

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  3. Descanso merecido!!! Ya veo que lo disfrutaste al 100% Cuida ese dedo y a tope con los últimos dias por ahi, un abrazo :)

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