Allí ya es 24, pero aquí seguimos en la verbena de San Juan aunque sin verbena, pero con despedida. Acabamos de llegar a casa de la Galería Aberdeen, el mejor restaurante de todo BFS, sin duda. Ahí decidimos que queríamos hacer nuestra despedida y así lo han hecho posible nuestros compañeros del CAPS. Ha sido una velada estupenda, no podía imaginar un fin mejor a nuestra estancia en la ciudad. BFS desde luego no es el paraíso desaprovechado que creí que era, pero sí he encontrado a personas de ensueño.
Mañana dejaremos atrás este rincón del Caribe. En este tiempo aquí he visto, escuchado, hablado, tocado, sentido, disfrutado, sufrido, convivido, aprendido, aborrecido, viajado, compartido, reflexionado y vivido de forma muy distinta a mi mundo. Uno no elige dónde le toca nacer, y eso a veces me ha desbordado. Pero hoy ya puedo decir que todo lo que he pasado ha merecido la pena. Y agradecida eternamente por haberlo pasado con Salvador.
Mañana nos vamos a Managua y pasaremos allí unos días turísticos en León, Granada, Masaya, Rivas y la isla de Ometepe. Y cuando todo eso pase yo volveré a mi mundo de nuevo, a mi particular paraíso.
Con la etapa que cerramos aquí, acaba mi andadura por este blog. Lo creé para mi mala memoria, para que la gente que quiero viviera de alguna manera lo que yo he estado viviendo, y para que los futuros valientes que planten la maleta en esta ciudad puedan imaginar a grandes, muy grandes rasgos, la vida aquí.
Gracias por los mensajes, tan necesarios aquí, y que he recibido de mil formas durante este tiempo. Eso también me lo llevo.
Me despido con un poema de uno de mis cantautores favoritos, Marwan, y que es el que da título a este blog. Porque como este viaje, todo tiene fecha de caducidad, pero no hace falta más si lo vivimos como lo quisimos. Y como he leído hoy en algún lugar de Bluefields... quise ser lo que fui. Hasta siempre, Caribe.
Llega la noche.
Descuelgo la desgana de mi vida
y marco en el teléfono la matrícula de tu coche.
Aceptas 2 segundos antes de mi propuesta.
Preparo la casa y tacho de golpe
esos renglones que dicen que te perdí.
Abro la puerta como si fuera 6 de enero
y tus ojos al primer disparo pasan a limpio mi biografía,
ese lugar del que no debiste haber salido.
No quiero que acabe este abrazo,
no deberíamos aceptar la caducidad del paraíso.
Me cuentas que has vivido entre paréntesis
y que la soledad es algo parecido a la vida en diferido.
Yo te cuento que estoy hecho a tu medida
como otros están ya hechos a una enfermedad incurable.
Y te cuento que conocí a otras,
pero que querer acostarse con una mujer
no es lo mismo que querer despertarse con ella.
Porque hay chicas que te alegran la piel,
pero no el corazón.
Nos callamos, tú miras el vaso entre tus manos.
La ropa cae y arrastra consigo
una tonelada de tristeza.
Luego duermes y yo pienso
que tal vez sólo sea posible el amor
cuando no lo retienes como a un preso,
porque siempre querrá escapar.
Quizá deberíamos aceptar la posibilidad
de la caducidad del paraíso,
tolerar la intermitencia de la felicidad,
no meternos más en la boca la palabra porvenir
y agradecer que estés aquí
ahora.